domingo, 9 de mayo de 2010

Fish Tank

Ayer vi a Pere Gimferrer. No le había visto nunca en persona y no tengo la plena seguridad de que fuera él, precisamente porque nunca le he visto en persona y porque nadie me lo presentó. Le vi con gafas y sin ellas, haciendo aspavientos y sin hacerlos, hablando en voz demasiado alta y sin hablar. Os cuento.
Fue en el cine, y por esas casualidades de la vida, antes de empezar la película me encontré con una compañera de trabajo de hace 6 años, casi ni me acordaba de ella, pero ella y su marido sí se acordaban de mí. Esto lo cuento no porque tenga nada que ver con Gimferrer, sino porque gracias a estos amigos, en lugar de dar un paseo antes de comenzar la película, como acostumbro, nos quedamos en el bar del cine y nos tomamos un café.
Estaba yo absorta en la multitud de recuerdos que mi amiga me estaba proporcionando cuando le vi acercarse. No tuve dudas, me dije, es él. Pero justo en ese momento se quitó las gafas como algunas de las personas que llevamos habitualmente gafas lo solemos hacer, y entonces dudé. Claro, a ver cuántas veces he visto yo a este señor sin gafas…
Así pues, estaba el supuesto Gimferrer tomando un café en el mismo mini lugar que yo (el bar de ese cine es muy pequeño, escasas 4 mesas) cuando me di cuenta de que faltaba muy poco para que comenzara mi película. Como soy un poco Alvy Singer y no me gusta entrar tarde en el cine, allí les dejé, a mis amigos (porque iban a ver otra película) y a él.
Y me encontraba yo felizmente instalada en mi butaca, a bien poco del suelo, recordad, cuando le vi entrar en la sala. Estaba claro que íbamos a ver la misma película, qué grata sorpresa. Fue entonces cuando empezó a hacerle aspavientos a una señora que también estaba sentada en una butaca. Parecía como si tomarse un café hubiera sido el mismo triunfo que ganar el Gran Premio de Fórmula 1 de Bahrein, estuve a punto de soltar una carcajada, pero me contuve. Cuando llegó al lado de la señora se sentó en la misma fila que ella. Y digo la misma fila porque no se sentó justo a su lado, dejó un asiento vacío entre ambos (por aquello de la holgura, supongo…). Y entonces, cuando no podía apartar mis ojos de ellos, fue cuando empezó a hablar a voz en grito.
Que si ese director había dicho esto, que si un grupo de editores sostenían lo otro. Hablaba como si se encontrara en el bullicio de un mercado un sábado a las 11 de la mañana. Insoportable, para mí el silencio es el silencio, y menos mal que comenzó la película, porque si no, le hubiera chistado como al más pintado. Quiero pensar que en realidad no quería gritar, pero claro, si pretendía hablar con la señora que le acompañaba y la susodicha estaba a dos asientos de él, no quedaba más remedio.
Por cierto, la película era Fish Tank. Una película veterana en cartelera, que había estado a punto de ver en innumerables ocasiones y nunca me había decidido hasta ayer. La película está muy bien, pero no se la recomiendo a todo el mundo. Es bastante dura y no mucha gente tiene suficiente estómago. Aún hoy pienso en ella… y en él.

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