Acabo de enterarme de que el Cine Renoir Les Corts de
Barcelona está cerrado. Esta mañana he ido a averiguar qué películas teníamos
disponibles para ir este fin de semana y mi sorpresa ha sido mayúscula al
descubrir que uno de los dos Renoir que había en Barcelona ya no está.
Ignoro si está de reformas (era ya algo vetusto) o si la
crisis ha hecho tanta mella que los dueños se han visto ‘obligados’ a cerrar
sus puertas.
Desde que me fui a vivir a la otra punta de la ciudad, no he
vuelto con mucha frecuencia, pero si para mí la evolución lógica de aquel cine hubiera
sido una remodelación de las salas, no entiendo qué ha hecho que mi cine de más
de media vida, haya cerrado las puertas.
Por otro lado, y tras escuchar las noticias de esta mañana
en las que la palabra más repetida ha sido ‘recortes’, no me extrañaría nada
que las cuentas no le hayan salido al señor dueño de los Renoir y no haya
podido hacer frente al futuro del negocio.
Porque para muchos, la cultura es un negocio. Música, cine,
literatura, teatro, pintura y más, son una forma, como otra cualquiera de ganar
dinero. Pero para mí no.
Ganar dinero, mucho o poco, se convierte en imprescindible
para vivir en el momento en el que entramos en la rueda de la sociedad consumista actual,
pero la cultura no puede estar incluida en esa rueda, porque no nace de la
necesidad de comer, la cultura nace de la necesidad de expresarse. La
explotación de la misma, es sin duda otro tema.