sábado, 16 de febrero de 2013

Violencia

No puedo con un tipo de violencia. Sé que suena raro decirlo, porque no debería poder con ninguno, pero después de muchas películas, me he dado cuenta de que hay un tipo de violencia que no me sienta nada bien: la física. Cuando dos matones se ceban a puñetazos con un no tan pobre inocente como ocurre en Mátalos suavemente, no puedo mirar, cual chiquilla tengo que apartar la vista. Pero si es una bomba la que cae sobre una casita en la montaña reventándola y haciéndola arder en llamas como en El legado de Bourne, me quedo tan tranquila.

Bueno, tan tranquila no, pero no me afecta ni la cuarta parte de lo que me afecta una buena pelea a puñetazos o una serie de navajazos en un callejón oscuro, peor aún si es bajo la lluvia.

Yo ya sé que en ambos casos se trata de una película y tanto la explosión como los puñetazos son de lo más ficticio, pero no puedo evitar sentir una parte del dolor físico que ese tipo de violencia puede causar. Puede que haya algo de miedo en ese sentimiento, porque si lo pensamos con frialdad, encontraremos que el hecho de que unos matones te propinen una paliza en plena calle es más probable que un misil caiga sobre tu casa (si vives en Barcelona, por ejemplo, hay otras zonas del mundo donde tendríamos que decirlo justo al revés).

Pero pensándolo bien, después del meteorito caído en Cheliabinsk, Rusia, hace un par de días, creo que una especie de bomba caída en forma de meteorito sobre la ciudad en la que vivo, puede llegar a convertirse también en algo desagradablemente frecuente.

Llamadme miedosa, si queréis, yo lo dejo en peliculera.

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