No sé lo que les pasa a los chicos, pero a las chicas,
cuando tenemos 15, 16 o nunca se sabe cuándo, deseamos con todas nuestras
fuerzas que el chico que nos gusta nos ‘haga caso’, se fije en nosotras, y eso
raras veces ocurre a esa edad (¿a alguna? sí, a alguna sí). Pero lo que ocurre
con más frecuencia es que escuchas una canción, ves una película y quieres que
el protagonista se dirija a ti, eres tú la mujer de todas las canciones, la
pareja de todas las películas y ya puede ser el bolero más pasteloso, el Dirty
Dancing más obvio, que ahí estamos nosotras para ser las protagonistas.
Pero como os decía, eso rara vez ocurre en la vida real. Ni
que te hagan caso, los chicos a esa edad no dan para más.
Pero más adelante sí, tanto hombres como mujeres mejoramos
el concepto de romanticismo con la edad y llega el momento en el que nada puede
ser mejor que como es.
Algo así me pasó el jueves pasado. Fui al concierto de
Michael Bublé, no le había visto nunca en concierto y no me decepcionó, tiene
una voz espectacular y aunque confirmo que el Palau Sant Jordi no es el local
de Barcelona con mejor acústica, allí es donde tocaba, y allí fui.
Para quien no le conozca le diré que es un cantante
canadiense de treinta y tantos, estilo crooner, melódico, tipo Frank Sinatra.
Casado con una argentina, sabe un poquito de español y consiguió que su
simpatía se multiplicara en el concierto de Barcelona. Cantó varios de sus
grandes éxitos, algunos temas de su último disco y alguna de las canciones más
románticas del universo. En el fragor del concierto me di cuenta de que todos
los tiempos se habían reunido ahí esa noche. Las canciones más románticas, la
noche, y el hombre de mi vida sentado a mi lado, la perfección existe.
Las entradas del concierto fueron carísimas, pero valió la
pena. Prometo no salir a cenar en 3 meses para compensarlas J
pero vivir el momento que viví el jueves, como diría el anuncio, no tiene
precio. Así que acabo el post de hoy, sencillamente, porque lo voy a saborear.
Disfrutad de la vida, que es breve…
Y disculpad que el video sea de París, no he encontrado
ninguno de esta canción de Barcelona, pero doy fe de que era igual.
Quisiera destacar dos momentos del concierto, el comienzo, con las universales y neoyorkinas notas de George Gershwing, y que acabara al más puro estilo Raphael, cantando a capella y sin micrófono, para todo el Palau Sant Jordi. Viva Bublé con su arte por muchos años.
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