Es lo que hemos pensado todos los que hemos sacado del
ascensor del edificio donde vivo a las personas que se habían quedado
encerradas.
Volvíamos por la tarde de un agradable paseo por el barrio con helado
incluido, cuando al entrar en el portal hemos visto a varias personas arremolinadas
delante del ascensor. Al entrar, nos han explicado: el ascensor se ha
estropeado con varias personas en su interior. Por fortuna, nosotros tenemos
una llave mágica en casa, que abre de forma manual la puerta del ascensor. Hemos
ido a por ella y las personas han podido salir, subiendo un improvisado escalón,
pero sanas y salvas. Habían bajado medio metro respecto al nivel del suelo.
Hemos pensado que no se puede forzar la máquina cuando hemos
visto que del ascensor salían una niña y cuatro adultos más bien fornidos,
bueno, no, dejadme decirlo, gordos. Entre los cinco pasaban del peso máximo permitido
seguro. Y nos ha parecido que el ascensor ha tenido que estropearse obligatoriamente.
Desde mi humilde, pero lógico punto de vista, eso es lo que
le pasa a todas las máquinas, si se fuerzan, se estropean. Incluidas las personas. Ahí lo
dejo…